Domingo Caba Ramos

 

Lo que sigue dice, en su cuenta de twitter, la Real Academia Española (RAE) acerca del término «teteo»:

 

«La voz «teteo», recientemente difundida en una canción de gran éxito en República Dominicana, no se registra en los recursos que se encuentran a nuestra disposición. Los creadores la han definido como sinónimo de «baile», «fiesta», «rumba»»

 

¿Por qué esta voz, en el habla dominicana, ha sido tan acogida hasta por los hablantes de alto nivel de instrucción?

 

Sencillamente, porque en las últimas décadas es cada vez más notoria la tendencia en los sectores académicos y profesionales a rechazar las formas expresivas propias de la lengua culta y reproducir los giros y expresiones característicos del habla popular, y , de manera muy particular, del habla del barrio. Se ha producido así, un degenerativo proceso de inversión en la conducta lingüística de los dominicanos, por cuanto en tiempos pasados, las personas analfabetas, semianalfabetas o con muy bajo nivel académico admiraban y trataban de imitar las formas de hablar del locutor, maestro, abogado, estudiante, periodista, ingeniero, etc.

 

Ahora el locutor, abogado, estudiante, ingeniero, periodista, comentarista de radio o televisión y hasta el profesor, parecería que se prestigia , luce actualizado y eleva su nivel idiomático cuando habla y escribe igual que el iletrado que está cherchando y tomando cervezas al son de un estridente reguetón en la esquina del barrio. Por eso no extraña escuchar a muchos de nuestros locutores hablar de «teteo» en lugar de fiesta o baile. Por esa razón, se puede apreciar cómo estas dos palabras, «fiesta» y «baile», poco a poco están brillando por su ausencia en el léxico activo de los dominicanos. Todo es «teteo», «teteo» y «teteo» . A todo lo anterior se agrega el interés de muchos por parecer más jóvenes de la cuenta, empleando para tal fin las jergas juveniles o lo que los lingüistas llaman “Sociolecto de la juventud”

 

Y por esa razón,  ahora las pautas lingüísticas y lexicales parecen trazarlas, no los escritores y profesores de lengua española, como antes, sino unos mozalbetes, cultivadores  de un famoso género llamado “urbano”, a quienes les basta inventarse un disparate expresivo para que hablantes de todos los estratos sociales, envueltos en las redes irracionales de la masificación lingüística y, como loros desenfrenados, comiencen a repetirlo sin parar.