ESTE 27 de Febrero del 2020 ha resonado un nuevo Trabucazo 176 años después, disparado al mundo, precisamente, por jóvenes, pero esta vez la rebelión es de voces y votos para enderezar el nuevo destino de la República Dominicana, para culminar el ideal de la Patria que tuvo su Padre Fundador Juan Pablo Duarte, que inició el proceso de emancipación cuando apenas era un joven de 25 años y de 31 cuando se produjo el estallido que dio a luz la Independencia de Haití en 1844. Estos jóvenes, principalmente “Millennials Generation Y”, educados, con visión de futuro colmaron la Plaza de la Bandera, con una protesta “ab initio” por el aplazamiento de las elecciones municipales del 16 de mayo, ante el nuevo fracaso del sistema de votación computarizada, que ya había sido impugnado en las primarias del pasado seis de octubre (2019), por el ex presidente Dr. Leonel Fernández, líder histórico de su (entonces) Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que fue derrotado, según su propia denuncia, por fraude en el manejo electrónico de los resultados, para imponer al novato Gonzalo Castillo, delfín utilizado por el actual Presidente Danilo Medina, para impedir la candidatura del exmandatario. Ahora bien, en este movimiento que fue iniciado en los once días previos al 27 de Febrero, por apenas 30 jóvenes y ha culminado con la ejemplar muestra de civismo del Trabucazo 2020, en que participaron figuras como Juan Luis Guerra y Charytín Goyco, junto a decenas de miles de gente de todos los estratos sociales, la clave es que revela la onda expansiva de un tsunami que puede barrer las estructuras tradicionales de cómo se manejan los políticos en la República Dominicana, impunes, siempre, sin que la corrupción rampante tenga consecuencias ejemplarizadoras. Los dominicanos han hecho profesión de civismo, de bonhomía, las protestas han sido pacíficas, ordenadas y aunque fuera por táctica política, los policiales llegaron con rosas para entregarlas a damas que participaban en la manifestación. ¡Beau geste! Aparece, se nota, una aurora democrática en la República Dominicana, que junto a sus envidiables recursos mineros, de extraordinaria geografía, con ambientes alpinos, el pródigo, fértil, valle del Cibao (con capacidad para alimentar a 50 millones de personas), unos siete millones de turistas que vienen atraídos por su belleza tropical y las remesas solidarias de unos cuatro millones de dominicanos que viven en el exterior, han sido esenciales para que el Gobierno haya exhibido en los últimos 20 años de prevalencia del partido oficialista cifras impresionantes de crecimiento, con importantes inversiones en la infraestructura urbana, la educación y la salud. Sin embargo, el precio de ese avance social ha sido muy alto por los cientos de millones de dólares que han robado los políticos de turno y eso es lo que ha energizado el tsunami que viene.