Por Adolfo Suarez (Galeno Labrador)
Philadelphia, Pa, Diciembre 12, 2017

Famoso por ser el punto obligado de encuentro de los habitantes de San Jerónimo, Pulgarín, Castellanos, La Sierra, El Hoyoncito, Capote, Sabana de la Madera, La Gina y paso obligatorio desde tiempos ancestrales para los devotos y peregrinos que acuden cada año a los Santuarios del Santo Cristo de Bayaguana, en la ciudad homónima y la Virgen de la Altagracia de Higüey; esta comunidad rural enclavada en los límites geográficos de las provincias Monte Plata, Hato Mayor y San Pedro de Macorís limitada en su lado norte-este por el rio Cazui, pese a su estratégica situación geográfica, y su cercanía con las principales ciudades de las mencionadas provincias y distante solo a unos 60 kilómetros de la Capital Dominicana, ha sido de siempre olvidada y marginada por los diferentes gobiernos y las autoridades de la provincia de San Pedro de Macorís.

El Puerto es en la actualidad un distrito municipal dependiente administrativa y políticamente del municipio de San José de los Llanos, la histórica población donde el 26 de febrero del 1844 Vicente Celestino Duarte, hermano del fundador de la República, proclamó la independencia Nacional. San José los Llanos, cuna de grandes hombres, de las leyes, las artes, las ciencias médicas, la música, entre otras ramas del saber, es hoy día un pueblo semi-fantasma atrapado en las memorias del pasado, aislado y marginado a su vez por la metrópolis cabecera San Pedro de Macorís y sus autoridades, aunque, desde siempre, muchos de sus legisladores y gobernadores han salido de esta mencionada comunidad, vale destacar hombres de la estirpe de Pericles Tavares, para mencionar un digno ejemplo y otros no tan dignos, pero, si de mucha influencia en la política en los últimos tiempos; Lila Alburquerque y José María Sosa.

El Puerto, se ha caracterizado por ser lugar de fiestas y sus meretrices son de abolengo conocidas, al punto de ser bautizado por una gran maestra y trabajadora incansable y hermana de la orden de las Hijas de la Caridad Sor Milagros Santalea, como, el “Paraíso de los Hombres”, pero, ese será el tema de otro artículo.
Pese a esa mala reputación, El Puerto es una comunidad de hombres y mujeres en su gran mayoría trabajadores, serviciales y hospitalarios al extremo, nadie que llegue como forastero, sin importar quien sea, pernocta en la calle y se va con el estómago vacío; encontrara más de diez personas que le ofrezcan alojamiento y comida, sin esperar nada a cambio.

El Puerto y sus alrededores son de las zonas agrícolas y pecuarias más productivas, si no, la que más, de todas las poblaciones, municipios y pueblos que conforman la provincia de San Pedro de Macorís. Los mercados de Santo Domingo y San Pedro de Macorís, a diario son alimentados con rubros agrícolas y ganado porcino, caprino y bobino proveniente de El Puerto y zonas aledañas.

Sin embargo esta comunidad se encuentra prácticamente eternamente incomunicada por vía terrestre, digo eternamente incomunicada, porque des de hace más de cuarenta años, esto es desde que tengo uso de razón, vengo escuchando la promesa de que las carreteras que la enlazan con San José de los Llanos, Bayaguana y Hato Mayor, sin mencionar la que la une con el Ingenio Consuelo, serán construidas y cientos de, si no miles de veces, los equipos y los presupuestos para su construcción han sido asignados. He visto pasar los 12 primeros años de Balaguer, los tres gobiernos del PRD, los otros dos y medio de Balaguer y los cinco del PLD y la promesa de las Carreteras quedarse simplemente en eso: Promesas.

Pero, El Puerto no solo carece de comunicaciones viales, este Macondo Dominicano, tampoco posee servicio de agua potable, alcantarillado sanitario, servicio apropiado y decente de salud pública, sus calles son verdaderos lodazales, y miles viven en la edad de piedra alumbrándose con lámparas y pabilos de kerosene, y cocinando en pisos de tierra. Además de vivir en verdaderas chozas de techos de yagua, pisos de tierra y una gran mayoría ni siquiera tiene una letrina donde defecar.

La paradoja es que, a pesar de esta vergonzosa miseria y marginalidad, las fiestas y las bebentinas nunca faltan; la prostitución, los juegos de azar y la impunidad que impera, le han convertido en un puente terrestre ideal para el tránsito de drogas ilícitas y refugio de delincuentes, que gracias a su poder económico mantienen una especie de pequeños ejércitos de delincuentillos dispuestos a todo para proteger a sus amos.

En muchas ocasiones esta comunidad se ha levantado en protestas violentas en reclamo de y demanda de estas mencionadas y necesarias obras de infra estructuras viales y servicios públicos, heridos, encarcelados, tumba de árboles, obstrucción de caminos, pero, pasada la euforia, todo regresa a la cotidianidad de fiestas, vicios, precariedades y abandono gubernamental.

La verdad es que no existe explicación lógica para que una comunidad tan potencialmente rica (Posee bellezas naturales y lugares ideales para campamentos de verano) Suelos ricos para la agricultura, ríos, y arroyos óptimos para la acuacultura, sus bosques son fuente inagotable flores para la explotación melífera, su estratégica ubicación geográfica, la convertiría en el lugar ideal para convertirse en el mayor mercado regional para el trasiego y venta de ganado en pie o sacrificado, así como de productos agrícolas.

En su subsuelo, se conoce que existen yacimientos de oro (Rio abajo), Manganeso, Hierro (La tierra roja y el cascajo son signos de la existencia abundante de este mineral), entre otros minerales.

El Puerto, es una comunidad en continuo crecimiento poblacional, ya que los habitantes de los antiguos bateyes del CEA, abandonados de hace tiempo, han migrado con sus familias, así como también los de comunidades más marginadas de alrededor han hecho lo propio, pues entre tantos lugares marginados y miserables, en El Puerto se respira un poco de civilización.

Y es así como esta comunidad, en pleno siglo veintiuno y a pocas millas de los grandes centros hoteleros, subiste atrapada en el atraso, la miseria y la marginalidad, viviendo en la eterna esperanza de ver cumplidas las promesas hechas por políticos y gobernantes en las últimas siete décadas.

¡Basta Ya