En dónde están los profetas? En las ciudades, en los campos…

 

Por Estela Brioso M

Por un buen tiempo escuché la canción titulada «En dónde están los profetas? En las ciudades, en los campos…» de Ricardo Cantalapiedra, cantautor de la provincia de León, España. En ese tiempo, en el cual no comprendía muchas cosas, esa canción me sonaba, diría hoy, a un tono escatológico, es decir, como si se refiriera a la otra vida o vida eterna. Hoy día, veo la vigencia que pudiera tener desempolvar esa canción, y comprendo que es para esta vida.

En el año 1980, un 24 de marzo, fue asesinado en el Salvador, el obispo Oscar Arnulfo Romero, hace 38 años. Monseñor Romero, se le reconoce como el obispo que fue haciendo un camino de conversión a través, del sufrimiento de la gente en su natal país, el Salvador.

Oscar Romero, fue nombrado obispo católico, por el papa Pablo VI el día 3 de febrero de 1977, como sucesor del obispo Luis Chávez y González. (Catholic-Hierarchy, Archbishop, consultado 24 de marzo de 2018). Desde ese tiempo, su vida se fue desarrollando como un epíscopo normal, en fidelidad a su grupo.

Obispo Oscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo en el Salvador, en el 1980.

Son los sucesos y atropellos de la gente y del pueblo, los que le mueven a hacer un cambio, una conversión, la cual, en palabras del papa Francisco, fue una experiencia de martirio, que comenzó antes, después y durante por personas lejanas y cercanas a Romero, el papa dice que la peor arma que utilizaron fue, la lengua. (El Observador de la realidad), todo esto lo dijo en torno al 8 de marzo donde anuncio su pronta canonización.

Una de las expresiones de su mayor compromiso con los pobres lo manifestó a través de sus homilías, las cuales estuvieron marcadas por la huella de su conversión y desarrollo de su voz profética, esta actitud y compromiso profético le llevo a unir su sangre con la del cáliz, cuando en el momento de la consagración de la eucaristía, un disparo en su pecho le apagó la vida, en la capilla del Hospital Divina Providencia (Biblioteca Virtual «Miguel de Cervantes, consultado el 24 de marzo 2018)

Monseñor Romero, se sintió movido por el sufrimiento y dolor de su pueblo, donde las injusticias, la opresión, la inseguridad, la política violenta y ofensiva, por tanto, el irrespeto a la vida y dignidad humana estaban a la orden del día. A él, le tocó ver la ejecución de colaboradores muy cercanos, catequistas, líderes de las comunidades, pero la muerte del padre Rutilio Grande, s j, se dice que fue una de las gotas que rebozó la copa y desactivó el talante profético que asumió hasta sus últimos días.

La actitud profética de M. Romero frente a tanto dolor, injusticia e inhumanidad, molestaba a las autoridades y a los poderes de turno. Sin embargo, esto no le amedrantó, más bien, encendió en él una respuesta de “opción preferencial por los más pobres”, y desde ahí hizo un llamado a la iglesia a retomar esta opción.

Desde el año 1977 se iniciaron los procesos que llevarían a Mons. Romero a los altares, proceso que se hizo lento, pues, debido a la opción profética que asumió este hombre, no todos los sectores de la iglesia lo veían con buenos ojos; sin embargo, para el pueblo y todo el continente Latinoamericano, Romero, se convirtió en San Romero de América. Y desde entonces, ha sido inspiración de profetismo que anuncia, pronuncia y denuncia, para muchas comunidades religiosas o no.

En dónde están los profetas de hoy?

La realidad que viven todos los países del continente L.A. será diferente a la que vivió Romero en los años 70 y 80? Acaso ya hemos superado las injusticias, la opresión, el dolor, la violencia, la discriminación, los tratos inhumanos de un hermano contra otro ser humano? O es que ya esto no es materia para análisis, estudio y respuesta? Hoy, en dónde están los profetas?

Siento la necesidad de un renacer de voces que nos inspiren a todos/as, que nos ayuden a despertar, para también asumir esta postura de humanidad, de levantar la voz a favor de la vida, la dignidad y la esperanza. Frente a pueblos enteros marcados por el hambre de alimentos, pero también por el hambre de justicia, dignidad, respeto y de paz.