Desde lejos observo el panorama de mi país, República Dominicana, con cierta preocupación: unas elecciones municipales suspendidas, por primera vez en la historia; mesas trastocadas, motines, apagones, dinero malgastado en equipos electorales que no funcionan, entrega de electrodomésticos con fines clientelistas, venta de cédulas, elecciones amañadas, compra de votos, espionajes, discursos políticos llenos de mentiras y demagogia, utilización de los recursos del Estado, amenazas de despido y chantaje hacia los empleados públicos y en contra de periodistas, una junta central electoral con poca transparencia y credibilidad, lanzamiento de bombas lacrimógenas a jóvenes en manifestación pacífica, inseguridad en las calles, una Educación llena de carencias, recintos escolares en mal estado, nóminas abultadas, un nepotismo rampante, declaraciones de cuentas de fortunas millonarias que no pueden ser justificadas, un sinfín de préstamos, altos niveles de delincuencia y feminicidios, viejas prácticas represivas que creíamos superadas, cierre de programas a periodistas, una inmigración desordenada, … ¿Cuál es la esperanza para la juventud, cuál es la esperanza para el que no está montado en el tren del Gobierno, cuál es la esperanza para los dominicanos que vivimos en el extranjero, cansados de trabajar y que añoramos retirarnos en nuestro país?