Por Estela Brioso Mejia

En estos tiempos se utilizan con frecuencia palabras como: vida, amor, paz. Y esto porque, el amor, es una invitación que está en la boca de todos, en un momento con muchas muestras de desamor, en todo suena el amor; la vida, pues porque todos estamos muy conectados con lo que da “una buena vida”, y en sentido general se hace de todo por tener esa vida; y la paz, porque se habla de ella como si fuera una moda.

Es un tiempo de contradicciones, salen acciones que desmienten la paz, y ni se diga nada del amor y la vida, pues se irrespeta por doquier, quitándole el gran sentido que está llamada a tener, cada vez que se dispone de ella al mejor postor, algo no anda en su plenitud; más no todo se queda ahí.

La vida aparece con la fuerza del junquillo

El junquillo es una especie de hierba que nace en los campos, sobre todo, en los lugares cenagosos. Es esta imagen que retoma Benjamín González Buelta, sj, en su libro Bajar al Encuentro con Dios, en el texto: La Parábola del Oprimido, él dice: “Un día vi echar una capa de asfalto en el patio de una casa para acabar con todo el junquillo. Pero, unos días después, unas hojas pequeñas empezaron a sacar sus cabezas verdes a través del asfalto negro”. “¿Cómo unas hojas tan frágiles pueden atravesar un asfalto tan duro? ¿Cómo se incuba en el misterio de la tierra esta vida tan fuerte?” Partiendo de esto, se puede ver que la vida no tiene reparo a la hora de ser, a pesar de la fuerte capa que impide que ella renazca, pues no, ella, por encima de todo, brota, pues quiere ser vivida, y no pide permiso a nadie, tampoco se detiene frente a la dureza que quiere impedir que ella sea tal cual es, la vida.

Al finalizar la semana santa, se ha celebrado para el mundo cristiano, la resurrección del Señor, y este gesto ha sido una muestra más, de que por encima del asfalto, la vida resurge, renace, revive, el poder con todas sus artimañas no puede con ella, las trabas manipuladoras y creadas para maniatarla no pueden con ella, porque el brote es más fuerte y resucita. Este hecho sucedió hace 2018 años, sin embargo, pienso que hacer la memoria del mismo, hoy es más significativo que nunca, pues el tiempo en que vivimos, nos demanda de experiencias fuertes que nos resitúen y nos coloquen en el justo lugar para recordarnos la esencia de las cosas.

La vida quiere ser vivida y punto

En la experiencia de la resurrección, se juega un rol de la vida con mucha fuerza para dejar establecido de una manera distinta y en clave de plenitud, el amor, la paz, la vida. Y es que la lógica con la que se manejan estas palabras, en la experiencia de la pascua es distinta, por tanto, ahí se impone con ímpetu la esencia y su impronta de lo que entendemos como vida plena, la cual abarca cada una de estas palabras claves, sin embargo, la forma en que lo hace desarticula la maniobra del mal y sus componendas, dando paso a lo nuevo.

La vida quiere ser vivida desde el regalo que ella significa, con sus gestos renovadores, centrada en el darse, ofrecerse y compartirse, en símbolos que mueven a crear espacios para actualizar formas que parecen que se van sustituyendo por otras cosas, y que hoy nos lo recuerdan pasajes como Lc 24, 13-35, donde Jesús, nos recuerda la clave del buen vivir, centrado en el compartir.

En Jn 20, 19-31, Jesús implementa un paradigma nuevo y dice: “la paz esté con ustedes” y con fuerza, este saludo, mueve a buscar por encima de todo, una paz auténtica. Entonces cuando brota la vida se hace la paz y ambas generan amor, ese que necesita por sorbitos a cada minuto el mundo de hoy. Quiero amor y quiero paz, va a decir el cantor, y sí, en realidad nos hace falta un respiro de amor y de paz, donde la vida huela a danza y bailemos todos, todas al mismo compás.