Por Estela Brioso M.

Un especial para los lectores de Pregón Latino

Al iniciar un año, casi siempre las personas nos hacemos metas, planes, creamos sueños, desafíos, en fin, planificamos el año, de tal modo, que parece como si ese llegarías a ser nuestro año máximo. Pasado una semana o más o menos un mes, esos planes caen en la rutina y para algunos tienden a olvidarse. Y parece como si es al final del año cuando uno vuelve a recordar con nostalgia lo que planificó y no cumplió, lo que soñó y nunca lo vio hecho realidad o lo que esperaba alcanzar, pero que nunca tuvo en sus manos.

Podemos cambiar la mirada?
Sí, podemos cambiar y aprovechar este tiempo para movernos un poco, y ponernos en otra posición donde podamos ver con mayor claridad la vida transitada durante este año, un tiempo donde conectemos con la fuerza de la gratitud, la cual nos dinamiza la voluntad para seguir adelante, para ver sobre todas las cosas, para luchar contra toda esperanza y para estar en una acción dinamizadora que nos permita cultivar la disciplina y la constancia, esa que nos permite alcanzar los logros que merecemos y soñamos.

Desde esa mirada, hoy, es un buen día para revisar todo lo que viví durante el año, y para esto es necesario conectar con la positividad, pues es la única fuerza que nos abre los ojos y nos ayuda a ver más allá, sin quedarnos anclados en una nebulosa paralizante y fría que nos impide tocar la vida, su fuerza y su misterio.

La actitud de agradecer nos ayuda a ver sin desanimarnos

 

Agradecer desde todos nuestros cuerpos: físico, psíquico y espiritual y en ellos desde todas nuestras dimensiones, dar gracias por la vida, el amor, la familia, los amigos, compañeros, el trabajo, la misión, la salud o la enfermedad, los encuentros y desencuentros, los logros, los fracasos, las entradas y las salidas, la luz y la obscuridad, la fuerza y la fragilidad, en fin, dar gracias por todo el bien recibido, pues si me pongo a contarlo, de seguro que es más que lo que esperaba, sin embargo, he de tener ojos abiertos y corazón palpitante para poder sentirlo y agradecerlo.

 

Cierro, suelto, dejo en libertad
Al cerrar ciclos dejo en libertad todo lo que quise tomar y se escapó, el cariño de alguna persona, animal o cosa, dejo en libertad a mis familiares, padres, hermanos, hijos y conocidos. Agradezco y suelto. También suelto y cierro todas las cosas que ya no funcionan más en mi vida, las cuales han llegado a su fecha de caducidad.
Libero el amor de las cosas que me obligan a mantenerme pegadas a ellas, suelto los planes en relación a esas cosas, pues confirmo y me doy cuenta que mi felicidad está por encima de eso, libero y suelto.

Suelto el querer controlar todas las cosas, como si ellas dependiera de mí y de nadie más, reconozco que es presencia de mi ego desmedido, y me posiciono en la cuerda de la apertura, de la gracia y de la bendición que genera el colocarse en otra tesitura, aquella que forja una música nueva, plena y vibrante en todo mi ser.

Cierro cuantas ventanas, procesos o canales hayan estado abiertos por años en mí, me doy la libertad de soltar, de abrirme a lo nuevo, a las cosas que me garantizan una vida más saludable en sentido general. Dejo en libertad a todos los que consciente o inconscientemente tuve retenidos, los libero, me libero y reconcilio en mi todo el tiempo invertido, que aparentemente no tuvo frutos, ahí lo entrego en un acto de rendición.

 

 

Renuncio a todos los roles que me disminuyen, a esos que me sacan de mi lugar y me ponen en la periferia que provoca vacío, tristeza y dolor. Me abro a la vida, al amor, a la gratitud y preparo la casa para darle la bienvenida a un nuevo tiempo cronológico, que estará listo para ser transitado por mí desde mi mejor versión.

Abro mi alma y mi corazón, me rindo ante esa fuerza vital, aquella que restaura todo mi ser y me hace ver con ojos de amor todas las cosas.