Por Susana Gautreau  de Windt

Quiero expresar mi profunda solidaridad, reconocimiento, apoyo y empatía a tantas mujeres dominicanas de diferentes clases sociales, situaciones sentimentales, económicas y educacionales que están hoy confinadas junto a su familias, que sobre ellas recae la responsabilidad, el peso del control y la dirección del hogar, la orientación emocional, la estabilidad y hasta la armonía de todos sus miembros.

Que no puede abandonarse al descanso ni a sus propias emociones pues está abrumada con las tareas domésticas: cocinar, higienizar la casa, lavar ropa, baños, fregar trastes, trastes que parecen no acabar nunca, las que hoy enfrentan un sobre trabajo pues no tienen asistentes o las ayudas que normalmente tienen o se les han incrementado los oficios por la presencia y demanda de todos los miembros de la familia por la cuarentena.

A esa madre que tiene que contener sus hijos que están aburridos, presionando y desesperados por salirse de la casa, las que estan lejos de sus hijos mayores que tienen su propio hogar y no pueden verlos ni estar con sus nietos a los que extrañan.

Pero sobre todo a esa mujer, que no tiene recursos económicos para alimentar y comprar los artículos de limpieza, que viven en estrechas casas sin las condiciones ni el espacio mínimo para acomodar a su familia y hacer esta estadía de forma digna.

Por las que están recibiendo violencia física, verbal y emocional de sus parejas, que están hastiadas de estar en confinamiento porque muchos hombres  dominicanos no están preparados ni acostumbrados a estar en el hogar y lidiar con los hijos, no saben manejarse en la incertidumbre, la falta de dinero, la falta de libertad de estar con sus amigos y se muestran incontrolables ante la posibilidad de enfermarse o tener que superar una enfermedad.

A las que están embarazadas, recién paridas, enfermas de otras enfermedades o del coronavirus mismo que mueren de angustia por sus bebés o por la posibilidad de ella morir y dejar sus hijos o familia desprotegidas porque se saben el centro y responsable del hogar, la que unifica, media y mantiene agrupada la familia.

A las que tienen hijos, esposos, familiares enfermos o en riesgo bajo su cuidado y se entregan a cuidarlo anteponiendo su natural instinto de supervivencia. A las que se sienten abandonadas, no consideradas, desprotegidas

A esas mujeres que se nos han ido el acrílico de las uñas, el tinte, la huella noble de la queratina, que tenemos las cejas como el muñeco ñeco, los bigotes notorios, pero que hemos puesto a un lado nuestra natural coquetería para servir con cariño, rebozamos de gratitud a Dios por estar vivas, por tener un techo y familia.

A esas mujeres que luchan con este estrés, angustias y presiones que están tan pendientes y entregadas a los deberes y las tareas escolares de los hijos, a las exigencias y demandas de la familia.

Las que le invade la tristeza, la tremenda incertidumbre y miedo por el futuro pero aún así se muestran fuertes y optimistas porque saben que de ellas depende la familia.

A ellas a las que le hacen bulling machistas pero que son la verdadera fuerza, bastión y compañía idónea del marido, los hijos, las mascotas.

A la mujer dominicana  mi mensaje de comprensión, reconocimiento, solidaridad y mi deseo de que este tiempo sirva para que se reconozca su valor, su titánica tarea y crezca la consideración, la colaboración efectiva y la participación equitativa de todos los integrantes del hogar.

Dios nos bendiga, nos cuide y muestre su misericordia sobre nosotros.