En el mes de septiembre se celebra el mes de la Biblia, este libro que es usado por los creyentes cristianos como libro sagrado, y que también, no creyentes lo usan como libro ético, y en realidad, podemos decir, que las dos cosas quedan bien aplicadas al texto.

Los libros que componen esta gran biblioteca, cuentan con un vasto contenido, que puede impactar varias dimensiones de la vida, por eso, no es único del mundo cristiano, sino que cualquier persona que quiera encontrar buenos y sabios consejos, allí puede tenerlos.

En esta ocasión quiero fijar la mirada en la participación de las mujeres en las comunidades primitivas del cristianismo, haciendo énfasis en las comunidades del apóstol Pablo. Es oportuno, el hecho de retomar la vida y misión de estas comunidades, cuestión, que trataremos más a fondo en otra oportunidad.

Las mujeres en la misión junto a Pablo

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, al igual que en las cartas de Pablo, aparecen algunos nombres de mujeres que fueron haciendo de su casa una iglesia doméstica, es decir, abrieron sus casas para reunir a la comunidad que se iba formando, en diferentes ciudades se fue dando así.

Algunos nombres que tenemos:  Febe, Priscila, Junia, Tabita, Lidia, Cloe, etc. Algunas de ellas eran mujeres de buena posición económica y por eso, además de acoger y coordinar las comunidades en sus casas, también apoyaban la misión económicamente.

En el ambiente griego, Pablo y sus compañeros se hospedaron en casa de Lidia, la vendedora de púrpura, después de haberse bautizado ella “y los de su casa” (Hch. 16, 15). Se convirtió en la coordinadora de esa comunidad.

Así podemos resaltar también las obras de caridad de una mujer, como en el caso de Tabita, “rica en buenas obras y limosnas” (Hch. 9, 36-39). Se mencionan además las cuatro hijas del diácono Felipe, que eran vírgenes y profetizaban (Hch. 21, 8-10). En este último caso, estas no tienen nombre; sin embargo, están ahí y puesto que son mencionadas, significa que su papel fue preponderante.

El ministerio que iban desarrollando las mujeres en las comunidades de Pablo, era un ministerio profético, lo significa que estaban al tanto de todas las realidades sociales, además de la evangelización. Ahí encontramos a Priscila que junto a su esposo Aquila, desarrollaban en Éfeso una misión de enseñanza, además de todas las demás acciones evangelizadora (Hch. 18, 26).

La teóloga, Elizabeth Schüssler Fiorenza, dice: “sobre la reconstrucción del papel de la mujer en el movimiento cristiano primitivo, se debe comprender la misión de Pablo dentro del ámbito evangelizador de la Iglesia para recuperar y valorar el papel misional de la mujer”.

En este sentido, se identifica a tres mujeres que fueron evangelizadoras y responsables de las comunidades cristianas en tiempos de la Iglesia primitiva: Priscila (1 Co. 16,19; Ro. 16:3-5o), Febe (Ro. 16:1-2) y Junia (Ro. 16,7).

El aporte femenino en los inicios de una nueva forma ser iglesia

Si tomamos los elementos mencionados arriba, podremos inferir que, las mujeres tienen la capacidad para ir creando respuestas novedosas frente a las situaciones que así lo ameritan, es por eso; que, en ese sentido, se abre una posibilidad de reflexión hoy día, lo cual nos mueve a dar el salto del victimismo al protagonismo.

Y justamente, es en este tiempo, en que la humanidad vive momentos cruciales, donde se sigue mirando, tratando e interpretando a la mujer como la siempre niña, que además de no “crecer nunca”, según las pautas patriarcales, vive los efectos de la violencia, del silencio y de la victimización; retomar la acción profética de la mujer es de gran importancia.

El ejemplo de estas mujeres nos anima a todas y todos a sacar de la fuerza que trae consigo la creatividad para ir haciendo los aportes renovados y, por tanto, oportunos que pongan una luz en el camino y abran otras posibilidades; pues las mujeres sí pueden, sí tienen capacidades, sí son creativas, sí aportan a las misiones de la vida, y lo hacen por ellas mismas.

Hoy más que nunca, necesitamos ser Priscila, Febe, Cloe, Lidia, Tabita, Junia, y desde la fuerza de la feminidad ir creando nuevas formas de ser comunidad y, por tanto, una renovada forma de ser humanidad.