Nueva York.-De vez en cuando la vida nos ofrece dolorosas y sangrientas lecciones sobre las consecuencias de nuestras decisiones. Pablo Ross y los fiscales petromacorisanos, ofrecen invaluables lecciones, que invitan a profundas reflexiones.

 

Pablo decidió violar a una niña, desencadenando una serie de eventos horrorosos. Con esa decisión perdió todo, incluyendo a su madre, ahora es leyenda urbana: “violar una niña mata a la madre del violador”.

 

Los fiscales petromacorisanos que decidieron cobrar por soltar a un criminal, provocaron el asesinato de Anibel González y el suicidio de su asesino, dos muertos, y dejaron tres niñas huérfanas.

 

Pablo arrastrará la muerte de su madre por la vida, como castigo a su pecado. Cuando los fiscales vean lo que compraron la plata del asesino, necesariamente verán dos cadáveres y tres huérfanas.

 

Pensemos muy bien las implicaciones de nuestras decisiones, sobre todo ahora que el karma, como comunicación, es instantáneo.

 

Ambos casos están ligados a la impunidad institucionalizada que poco a poco deteriora la gobernabilidad.

 

Pablo quizá entendía que su acceso al poder político le garantizaría impunidad, los fiscales petromacorisanos debieron estar seguros de que a ellos no le pasaría absolutamente nada.

 

 

Éstos no son hechos aislados, otras personas con poder político y judicial han hecho cosas similares. El exdirector del Consejo Nacional de Frontera, Donni Santana, está preso porque, según la fiscalía, violaba a su hijastra desde los 11 años.

 

La fiscalizadora de Villa Vásquez, Lisset Núñez se hacía pasar por fiscal, y se apandilló con policías para plantar evidencias falsas y extorsionar personas honestas.

 

Hay dos preguntas obligadas.

¿Cuántos hombres de poder están violando a sus hijastras y todavía no lo sabemos?

¿Cuántos fiscales entre Villa Vásquez y San Pedro de Macorís sueltan y arrestan gente para su beneficio personal?

 

Las respuestas pronto serán publicadas en todos los medios.