Por Estela Brioso M.

Empezar de nuevo cada mañana es tarea de la creación completa. En algunas comunidades indígenas se tiene la creencia de que cada noche culmina un proceso de vida y cada mañana inicia una vida nueva, para decir, que cada día es nuevo, no la continuación del anterior.

En las culturas más occidentalizadas, parece como si la vida se vive como una continuación constante, lo que hace que llevemos encima de forma viva, historias que sucedieron diez y veinte años atrás. Cuando esas historias son positivas es perfecto, sin embargo, cuando esas historias están vinculadas al dolor o la tristeza, a la pérdida, a situaciones que limitan la existencia, entonces, se hace muy fuerte llevar este peso.

Echar nuevamente las redes (Lc 5, 4)

Nos invitamos a la esperanza, en medio de tantas realidades a las que estamos asistiendo hoy día, en un tiempo de inversión de valores, donde las cosas que antes tenían sentido, parece como si ahora no las tuvieran, en un tiempo donde todo parece haberse mudado, y si bien es cierto que, existe una especie de nostalgia frente al antes y al ahora, también es cierto que muchas cosas se han quedado atrás, otras están siendo empujadas de forma planificadas y conscientes para que así sean. Es un momento vital para buscar el equilibrio.

Echar nuevamente las redes, es una invitación a buscar otra vez la motivación, a desempolvar los valores, a buscar alternativas que permitan hacer un movimiento distinto al que estamos presenciando. Echar las redes, convoca a la confianza, nos hace una alerta de que es necesario hacer algo distinto, que es oportuno dejar el letargo en el que nos vemos sumidos; otra vez se nos mueve a tomar las riendas de la vida, a vivir el día desde la novedad que contiene, y así abrir los ojos físicos y del alma, haciendo conciencia de que somos responsables del mundo que estamos dejando a las generaciones más pequeñas.

Echar las redes para encontrar las respuestas que estamos invitados a ofrecer, para regar las semillas que debemos plantar, para no continuar con el desierto que a veces, parece que habita en todo.

Restablecer la confianza

Parece una contradicción, el que como cultura no tengamos integrado la propuesta de las comunidades indígenas, de iniciar un día nuevo cada día. Pues de ser así, tendríamos implementadas nuevas formas y respuestas para ofrecer soluciones a estas realidades que estamos viviendo. Sin embargo, se hace una carga selectiva del pasado, y del presente también, donde se toman elementos de fragilidad de ambos tiempos.

En ese sentido, se ve urgente restablecer la confianza, buscar las raíces que nos conectan a la fuente del bienestar, de los valores, de la vida misma, una vida que tenga profundidad, que tenga propósitos, y que las nuevas generaciones puedan tener un mundo con menos desolación y más organización y sentido.

Crear lo nuevo

Somos llamados y llamadas a realizar algo nuevo, y en cada momento de la historia, los pueblos y sus integrantes han hecho los cambios y las siembras que ameritan las generaciones del presente; en ese sentido, no hay que perder de vista que estamos requeridos a crear nuevas formas de vivir, retornando las raíces que han ayudado a que las cosas sean como han de ser.

Crear lo nuevo en la dirección de retomar el sentido de la vida, de la misión para la que cada uno vino a esta tierra, tomar lo nuevo que trae el tiempo presente e integrar lo que es propio, cuestionar, buscar nuevas alternativas, llenar vacíos, restablecer la esperanza, perseguir el sentido, conectar con el espíritu de las cosas, de la creación y de la divinidad, retomar el alma.

Crear lo nuevo es tarea, es misión, es finalidad, pues no es justo dejar un desierto a nuestros niños y niñas que mañana serán los hombres y mujeres, ellos cosecharan lo que dejamos hoy.

Es un acto de amor, revisar lo que estamos dejando, es un acto de fe y confianza comprender que somos arquitectos de este destino, de este presente y de este futuro, todo está en nuestras manos, lo que hagamos hoy será lo que tendremos mañana.