La Navidad es una invitación a ser humanos, a vivir y a sentir como humano.

 

Por Estela Brioso M

La celebración de la Navidad coincide con el solsticio de invierno, es decir, eventos se han hecho coincidir para retomar el sentido de este tiempo.

Entre el 21 al 23 de diciembre se celebra el solsticio de invierno en el hemisferio norte. Esta fecha era especialmente celebrada como la muerte y el renacimiento del sol (el Sol Invictus). En el imperio romano se celebraba la fiesta del nacimiento del Sol. Era un festival que iba desde el 22 al 25 de diciembre.

Partiendo de esto y para unir estos dos eventos es necesario recordar que el cristianismo retomó muchos elementos correspondientes al mundo pagano, y que luego fueron vinculados al mundo cristiano.

La religión cristiana, desde los primeros siglos, ha intentado ubicar la fecha del nacimiento de Jesús, incluso en los siglos II y III. Más, es en el siglo IV cuando queda instituida la celebración de la fiesta de la Navidad. Es una celebración propia de la iglesia latina, concretamente en roma.

Al retomar varias fiestas pagana, es el caso de la festividad del dios sol, en torno al 25 de diciembre, lo que hace el cristianismo es ubicar el 25 de diciembre como el día del nacimiento del Sol de la humanidad, Jesús, el Emmanuel, el Dios con nosotros.

Navidad qué es?
Visto desde esta mirada religiosa, es el tiempo donde se hace memoria del nacimiento de Dios a la humanidad, es recordar la natividad, es decir, el alumbramiento de la madre al hijo, la llegada del hijo al mundo. La navidad, es misterio, es fuerza, es luz, es vitalidad, es pura vida.

Es la memoria de un Dios que se hace humano
Todos los autores de los evangelios narran de una manera u otra la llegada o el nacimiento de Jesús. Lucas, lo describe desde la presencia del ángel como el mensajero que da el anuncio de la gestación hasta el nacimiento, en este episodio integran pastores, animales, es decir, toda la cotidianidad del momento.

Mateo, Marcos, recrean el nacimiento ubicando a Jesus en una familia, ahí aparece la mirada genealógica, unen a todos los pueblos, y aparecen magos de oriente en la escena del nacimiento, también colocan a los más sencillos y pobres de la región, pastores, ovejas y más.

En esta memoria de un Dios que se hace humano, se contempla justamente el como a Dios le pareció bien nacer del vientre de una mujer, atravesar por todas las situaciones que vive un ser humano, nacer frágil, pequeño, indefenso, alguien que necesita cuidado y protección.

Es el Dios frágil, único, dinámico, humano, pleno y uno, que nos invita a celebrar, a renovar, a vivenciar y a retomar la vida. La navidad, es entonces, la invitación plena a celebrar la vida desde la prontitud misma que produce el querer vivir.

Hacer esta memoria, es reconocer que un hecho extraordinario del pasado tiene sentido hoy y por tanto, es bueno mantener vivo este recuerdo es fundamental para el quehacer de nuestra vida como creyentes o no, pues el reconocer y celebrar la cercanía, comprensión, compasión, de aquel que se hace uno con nosotros, nos llena de vitalidad.

Celebrar la Navidad es celebrar la vida. Es hacer que la luz se haga cada vez más iluminada para festejar juntos al amor, ese que nos permite sentir, confiar, crear, amar, ese que puso su casa en nuestra tienda, entre los nuestros, que nos amó tanto que hasta nos regaló al hijo.

Celebrar la Navidad, es proclamar que las guerras no tienen lugar, que la agresión y la violencia no son parte de la plenitud humana, es recordar que la fe y la alegría nos contagian y nos mueven a territorios jamás andados, pero muchas veces soñados.

La Navidad es compartir en familia, es tocar la certeza de algo frágil, pero grande a la vez, es mirar la alegría que nos deja el encuentro y disfrutarlo, sintiendo que el Sol de nuestras vidas nunca deja de brillar, nunca pasa, es el Dios con nosotros.

La Navidad es una invitación a ser humanos, a vivir y a sentir como humano. Fe