Las reminiscencias de un pasado no tan lejano, en el que el sacrificio, las lealtades invisibles del género femenino dejan huellas latentes, movió a visualizar a la escritora Angie Cruz, la historia de muchas mujeres, de la carga ancestral que puede ser la tuya, la mía, «Dominicana», es eso y más, con ella hacemos un recorrido para arrojar luz a ese camino, lleno de esperanza.

¿Por qué decide nombrar Dominicana esta novela?

Quería nombrar la novela con algo que las Dominicanas pudieran reconocer desde la ventana de una librería. No crecí yendo a librerías y comprando libros. Pero cuando vi el libro de Julia Álvarez, “Cómo las chicas García perdieron su acento” en la ventana de una librería, reconocí que era Latina. Y fue el primer libro que me compré. Esperaba que con un título como Dominicana, las dominicanas de todo el mundo se reconocieran en la portada y con suerte leyeran el libro.

 

¿Representa para el personaje de Ana un acto revolucionario o de libertad enamorarse?

Creo que sí. Mientras escribía el libro me di cuenta de que muchas mujeres que han sobrevivido a situaciones de abuso como Ana no vuelven a ser pareja. Muchas de las mujeres que entrevisté confesaron que no creían que alguna vez se enamorarían en un sentido romántico. Eso me hizo pensar en cómo quizás damos por sentado el enamoramiento. No todo el mundo tiene ese tipo de acceso, capacidad o libertad para enamorarse. En este caso, fue la elección más radical que pude hacer por Ana. Incluso en su difícil situación se permitió experimentar algo salvaje y hermoso.

 

¿Se repetía en esos años en otras mujeres esa historia de Ana, qué pudo encontrar en su investigación?

Esta novela se inspiró inicialmente en la historia de mi madre sobre la inmigración a los Estados Unidos. Pero el personaje de Ana se realizó a partir de innumerables entrevistas que hice con mujeres en la comunidad de Washington Heights. Miré sus álbumes de fotos y comencé a hacer preguntas. Sus respuestas, a menudo sobre su vida cotidiana, por ejemplo, lo que les pagaban, lo que comían en el almuerzo, a dónde iban a bailar, eran imposibles de encontrar en los libros académicos. De esta manera, sus historias de vida fueron la columna vertebral de la historia de Ana. Por eso también creé el archivo vivo @dominicanasnyc. Es un archivo emergente donde las dominicanas en Nueva York publican fotos y anécdotas para mostrar la diversidad de nuestra comunidad.

 

¿Desde qué edad escribe y cuándo se dio cuenta que era su pasión?

No comencé a escribir novelas con seriedad hasta los 20 años. Me encantaba contar historias, esto se debe a que me crié en una cocina con grandes narradores de historias. Me convertí en escritora cuando comencé a leer libros sobre la diáspora negra que me asignaron en la universidad. Las narrativas de esclavos en particular me hicieron consciente de que los dominicanos son parte de la diáspora negra. Como neoyorquino también me di cuenta de que las historias de los dominicanos de la clase trabajadora faltaban en las narrativas dominantes y esto me inspiró a contarlas.

 

¿Qué representa para usted que su obra haya obtenido tantos reconocimientos?

Me siento afortunada. Ahora comprendo, después de ser escritora durante más de dos décadas, que los grandes libros no siempre reciben reconocimiento. Entonces, saber que este libro está llegando a más lectores es un privilegio y estoy agradecida.

 

Ana representa la dualidad que vivimos las mujeres entre el “deber” y el “ser” ¿cómo fue el proceso de construcción del personaje? ¿Fue difícil?

Escribí muchos borradores de esta novela. Y con cada borrador me di cuenta de que tenía que trabajar con y en contra de mis propios prejuicios y juicios sobre las decisiones que tomaban mis personajes. Inicialmente pensé en el personaje de la madre y en el personaje de Juan como villanos. El personaje materno hace arreglos para que su hija se case con un hombre al que no conoce en beneficio de la familia. Juan, un hombre del doble de la edad de Ana, quiere casarse con una joven que aún es una niña. El desafío era complicar tanto a la madre como al marido y pensar en cómo creían que estaban haciendo lo correcto. Luché con las preguntas que enfrentan muchas mujeres. ¿Estamos siendo obedientes con nuestros padres o incluso tenemos una opción? Si Ana no se hubiera ido de R.D. con Juan a Nueva York, ¿qué posibilidades habría tenido ella de sobrevivir o escapar de la pobreza o el abuso? Las estadísticas nos dirán que muchas mujeres no pueden ni escaparán de los ciclos de violencia o pobreza.

 

¿Piensa seguir abordando otros temas de la comunidad latina en sus obras?

Por ahora tengo mucho que decir sobre nuestra comunidad. Nunca puedo predecir adónde irán mi imaginación e interés creativo, pero lo que hay en mí con las historias de la diáspora dominicana es profundo.