Por Angel Pérez 

Una reflexión inspirada en el texto bíblico de Santiago 1.5-8

Si nuestro Padre celestial desea satisfacer las necesidades de sus hijos, entonces ¿por qué seguimos necesitando ciertas cosas?

Veamos algunas razones esenciales.

No pedimos. Si esto parece elemental, efectivamente lo es. Es asombroso cómo muchas personas no llevan sus preocupaciones a Dios. Algunas dicen: “Bueno, es que Él tiene mucho que hacer como para preocuparse de mis problemas”. ¡Tonterías! Nuestro Padre es un Dios muy personal, que se preocupa seriamente por todo lo que afecte a sus hijos. En efecto, Mateo 10.30 dice que Él sabe hasta el número de cabellos que hay en nuestra cabeza. Así que, por supuesto, debemos hablar con Él de cada aspecto de nuestra vida.

Pedimos, pero dudamos de que Dios pueda o quiera hacerlo. Es un trágico error ir delante del Dios omnipotente, soberano del universo y decirle, en esencia: “No eres lo suficientemente grande para manejar mis necesidades”. Santiago 1.8 describe a una persona así como “de doble ánimo” e “inconstante”. Cuando usted se acerque a Dios, hágalo sabiendo que Él es capaz de suplir sus necesidades.

Pedimos a Dios que trate el síntoma, no la necesidad real. A veces, oramos y oramos por algo —un determinado dolor emocional— quizás sin ver ningún cambio. La razón puede ser que estamos enfocados en el síntoma, no en la necesidad real. A medida que siga hablando con el Señor sobre la situación, podrá descubrir que la necesidad de fondo es algo que usted no ha siquiera considerado.

El Padre celestial quiere satisfacer todas sus necesidades. Si no puede verle actuando a su favor, asegúrese de hacerse un examen de conciencia desde la perspectiva del Señor. Luego, pregúntese: ¿Es posible que yo esté obstaculizando la acción de Dios?